LOS SUEÑOS
Levantan tempestades
de belleza que mojan sonrisas.
Incendian palabras
como si los verbos
avivasen las ideas,
y uniesen las metáforas
en un único punto cardinal
al norte exacto de un rostro.
Surcan la corriente como barcos
a la espera de una estela
que los conduzca a alguna orilla
fecundada de dulce polvo
y naciones de ternura.
Abren puertas y ventanas
de esperanza cuyas cerraduras
debe girar, a veces,
un latido fuerte de ganas
que emerge más allá del pecho,
y golpea fuertemente el corazón
de asfalto y silencio molicioso
de un urbe llena de pasos
rutinarios hacia la desidia.
Y paran los relojes,
mientras detienen el tiempo
en un infarto efímero
de instantes poblados de alegría,
melancolía o nostalgia.
Así son los sueños
que aún no quiero
acabar de soñar.
Pese a que después
del cansancio y los ojos
pesados los sueños
solo sueños sean.
Así son, al menos, los míos.
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