UNDÉCIMO DISCURSO HUMANO
(SOBRE LAS COSAS)
Estos días veo demasiadas cosas. Cosas que deambulan por las calles. Cosas que se casan. Cosas que parecen padecer una rutina de agobiantes horarios y una vida apresurada cada vez más insoportables. Cosas que llevan pantalones, camisas, ropa interior, y maletas invisibles llenas de melancolía, nostalgia, recuerdos o desmemoria en ciertas ocasiones.
Cosas que lloran en silencio. Cosas que sufren las inclemencias democráticas de los mercados no de pescado y frutas, sino unos que se esconden tras majestuosas fortificaciones vanguardistas en cuyo interior se esconden millones de papeles y millones que los bolsillos del ciudadano nunca tocan. Cosas que se dan la mano. Cosas que luchan. Cosas que se enamoran de una mirada o el tacto sutil y delicado de unas manos como duraznos florecientes. Cosas que trabajan y cosas que descansan. Cosas que ven, y otras cosas que, en ocasiones, se atreven a mirar más allá de sus órganos olfativos.
Veo, contemplo, observo ahora cosas en esta ciudad que transitan hastiadas por las calles, y otras cuyos ojos parecen refulgir casi eternamente, aunque haga gris y llueva. Pero, al fin y al cabo, cosas. Cosas humanas que no me gustaría seguir viendo demasiado tiempo, porque quiero que se noten los pasos, y se escriban las historias, aunque muchas no se aprendan nunca en las universidades.
Como algo más que un cúmulo de cosas. Que empiece a ocurrir este tiempo.
2 comentarios:
Por desgracia hay mucha gente no puede ni emanciparse, es decir, no puede ni darse cuenta de la esclavitud en que le mantiene las ideas en medio de las cuales se ha educado.
Un texto para reflexionar, muy bueno.
Cariños…
Eso viene a decir precisamente la reflexión. El miedo a cuestionar lo que nos han enseñado o a dejar atrás lo "menos malo" convierte a muchos en cosas que trabajan, etc., si bien muchos no dejan nunca de creer que son humanos en el sentido amplio del término por lo que bien afirmas.
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