Tenemos palabras para decirlas.
Tenemos voz para cantarla.
Y tenemos brillo en los ojos
para incendiar de luz otras pupilas
cuando estén dormidas
en la tristeza de no saberse
plenamente vivos.
Unos moverán sus brazos al aire,
y se erguirán en sus sueños
como pájaros que desfilan
tranquilos en sus nubes de viento.
Otros agitarán otros paisajes
como banderas de un ensueño
que cada uno busca
en su particular vigilia.
Y habrá quienes quizás
nunca sepan la tierra
que pisan sus latidos.
Pero, al fin y al cabo,
somos únicos
e irrepetiblemente
humanos.
Y tenemos palabras
para decir siempre
nuestro nombre al desnudo.
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