Soy el príncipe
de un cuento llamado bienestar.
Donde existía la democracia
sin porras, ni infiltrados,
ni sangre derramada en los balcones
cual cortina de miedo
en los alaridos de desesperación
de un pueblo oprimido.
Érase un vez, entonces,
el mercado de las conversaciones,
las granadas que no explotaban,
y las samas recién cogidas.
Érase una vez la voz
embriagada de libertad,
y el David que no tenía nunca
que enfrentarse a un Goliath
de bandera soberana sola
en un parlamento sin razón popular.
Érase una vez que esta
representaba, y érase una vez
que en el teatro del mundo
los sueños eran buenos actores
sobre los escenarios de la plastilino
e incansables marineros
de barcos de papel
hacia horizontes quiméricos.
Érase una vez que se podía ser
humano sin tanto mercado,
ni tantas balas ni fusiles.
´
Pero ya no toca eso.
El cuento de la democracia
ahora se ha tornado en historia
de miedo y porras sin apuestas.
Y yo no soy más
que otro príncipe trapecista
de los sueños derrocado.
que en el teatro del mundo
los sueños eran buenos actores
sobre los escenarios de la plastilino
e incansables marineros
de barcos de papel
hacia horizontes quiméricos.
Érase una vez que se podía ser
humano sin tanto mercado,
ni tantas balas ni fusiles.
´
Pero ya no toca eso.
El cuento de la democracia
ahora se ha tornado en historia
de miedo y porras sin apuestas.
Y yo no soy más
que otro príncipe trapecista
de los sueños derrocado.
0 comentarios:
Publicar un comentario