DEMASIADAS MEDALLAS
Hay quien cuelga
demasiadas medallas al triunfo.
Y pocos se dan cuenta
de que ya todos los días
nos colgamos las de la vida.
Cuando no hay que esperar
cuatro años para el Olimpo.
Cuando el viento es de bronce,
el mar de plata y espuma
y el sol de oro, luz,
mediodía y pupila intensa.
Un verdadero triunfo
en el que no reparar
muchos laureles
es vivir.
Y subirse al podio
de esas historias grandes
de nadie, en cada vida,
en cada momento.
En cada medalla,
en cada latido.
Sin más medalla
que ser.
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