JUGUEMOS AL ESCONDITE
No hace falta ocultarse
de la vida de los fantasmas,
el dolor, y el tiempo maldito
para volver a soñar.
Tampoco pensar que ya no existe
Spiderman que trepe a lo alto
de un edificio para salvarnos
de un jóker jugando al póquer
maléfico de los asesinos.
Y menos creer que el elástico
de los Cuatro Fantásticos
puede servir de trampolín
hacia el cielo como si fuera
pan comido en juego y mesa
escalar el mundo hasta la ionosfera.
No, de eso no va a soñar.
Va más bien de estar despierto
ante la herida o la sonrisa.
Y que un árbol nos proteja,
por qué no, de la tormenta
aunque se sepan buenos conductores
del relámpago el sauce o el madroño.
De no dejar de ser,
aunque sean los años
y ya haya madurado la mirada.
Juguemos al escondite un poco
nada más con la ciudad
de fantasmas y miradas ausentes.
Y soñemos.
Siempre despiertos,
soñemos.
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