HIJOS DE LA BELLEZA
El mundo nos mira triste.
No le ponen Rimmel
en el corazón muchas veces,
y anda ciego como hormiga
hacia su reina la codicia.
Y en la lluvia falta la dulzura
que confiere el diluvio
al color verde de la pradera
cuando besa con su transparencia
de agua tiernamente furiosa
la tierra.
Sin embargo, nuestras miradas
son claras y limpias
como el mar lleno
solo de olas y corriente.
Sin barcos que lo surquen.
Sin aceite que lo contamine.
Somos hijos de la belleza,
que aman sus bellezas
distintas, amor.
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