NO LLAMEMOS A DIOS
Somos grandes, amor.
Somos grandes
para nuestros corazones.
Y ahora el sueño
de querernos
nos pertenece.
No llamemos a Dios
para habitar el cielo.
En este instante
solo nos separa un beso,
dos ciudades tristes,
y tal vez un recuerdo
del paraíso.
No llamemos a Dios.
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