OTRA MAÑANA CASI NORMAL
Ahora me despierto,
quizá con tus ojos
en los bolsillos
o en la mirada.
Porque pese a que el Sol
dispara dulcemente sus rayos
en mi balcón, como de costumbre,
veo otras cosas distintas.
No lo sé a ciencia cierta.
Una pareja de manos
parece querer juntar el cielo
entre los dedos normalmente.
Otro niño regala una sonrisa
inocente a sus padres,
como vendría a ser normal.
Es domingo, y el mundo
descansa un poco
como de costumbre.
Es abril, y la primavera
asoma sus raíces en la ciudad
tímidamente, como si las amapolas
todavía se resistieran a desnudar
sus pétalos y pensaran
que todo lo que vuela
ha de caer también al suelo.
Hay tardes en este puerto
de estaciones, miedos,
y horas con agujas mías,
que se anclan a las nueve
de la tarde en el ocaso
desde mi ventana, normalmente.
Y con todo eso que digo,
a veces pienso, me pregunto
si alguna vez logré que cupiera
la eternidad en mis dos manos,
el tamaño inmenso de un deseo
entre mis dedos surcando tus horizontes,
y el mundo en nuestra desnudez.
Si todavía es posible
que un simple cajón
albergue todas estas ganas
sobre servilletas y poemas
que tal vez nunca llegué a decirte.
Y si también podría sonar
los acordes de ese piano,
celestial e inolvidable,
que afinaba "Miss America",
ahora ya bajo la custodia
de Dios en alguna parte
del paraíso en esta sala
tan pequeña y sola sin ti.
Puede ser que ocurra
algo diferente, después de todo
lo normal que acontece
en los aledaños de mi casa.
Porque no sé muchas cosas,
pero sé que amar la vida
es algo maravilloso.
Y ahora mismo a ti,
en otra mañana casi normal,
te amo de otra forma,
de otra forma inconfesable.
Amarte es extraordinario
en otra mañana casi normal.
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