AMANECE EL MUNDO
Amanece el mundo,
y tus ojos me abarcan.
Fuera de estos mapas
de conjuros y encantos,
nada existe o eso parece.
Las pupilas se me tornan barcas
que buscan la orilla trémula
de las tuyas para reposar
de otro día gris y oscuro.
Las manos, mis manos
quieren descansar
de su andar sin rumbo
por las pieles de asfalto
en la enciclopedia sin ciudad ni páginas
conocidas todavía de tu desnudez.
Y las ganas ahora se desvisten
de la ausencia que las encierra
entre soledades y tristezas
para ir a tu encuentro.
El mundo amanece,
y tus ojos me abarcan.
Tu mirada deja un momento
que la atraviese, que la cruce
por ese puente de fantasía
que construye, a veces, la ternura
que solo pronuncian las caricias,
a veces, sin dedos que alcancen.
Y la gravedad no duele,
y el tiempo no desangra
cuando el Sol flota lleno
de mediodía cuando descansa
casi eterna la tarde
en la forma limpia
en la que ahora me miras.
Y amanece el mundo,
y tus ojos me abarcan.
Y sé entonces,
que me estás mando.
Amanece así el mundo,
cuando me habitas la mirada.
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