DIGÁMONOS UNA VERDAD
Digamos ahora cosas ciertas
cuyas verdades solo conciernen
al pronóstico incierto de querernos.
Digámonos ahora una verdad
que no atiende a juramentos.
Una verdad que conocen
nuestros labios ansiosos de besarse.
Una verdad sin cuentos,
ni moralejas ni medias mentiras.
Una verdad con la que engañamos,
a veces, al tiempo a cuyas horas
damos la espalda unos instantes
para que nos devuelva luego la ciudad
y la rutina a esa falta
de eternidad en la ternura.
Digámonos la verdad
que ahora recatan nuestras ganas:
amémonos como nosotros
nos queremos verdaderamente.
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