QUÉDEMONOS QUIETOS
Quédemonos quietos, sosegados,
como el tiempo que descansa
un rato sin golpes de horas
en ese país nuestro de besos
en los que se detiene la ciudad también.
Quédemonos quietos,
sin decirnos demasiado,
salvo lo esencial de lo nuestro.
Subamos por las ganas
solo como lo hace la marea
o el río cuando susurra
en los montes las estaciones:
dejándonos llevar hasta el beso
que queremos darnos ahora.
Quedémonos quietos ahora,
sosegados, a la espera
de amarnos inconfesablemente.
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