CARTA PARA UN AMIGO 5 (QUIERO QUE VENGAS)
Querido amigo:
Llevo ya algún tiempo sin escribirte. Lo cierto es que ando bastante ocupado en las últimas fechas con mi incertidumbre y todo el trajín que esta conlleva por suerte o por desgracia. En todo caso, soy consciente de algo bastante grave, que acaba de ocurrirte. Y he dejado mis introspectivos menesteres con el propósito de hablar contigo mediante esta quinta carta.
Parece que no quieren que vengas. Te lo han dicho alto y claro: "No vengas a Europa". Según lo que tengo entendido, debe haber sido alguien perteneciente a ese Olimpo al que solo ascienden unos pocos, en el que los rollos de papel higiénico están chapados en oro y puedes permitirte el lujo de limpiarte el culo con billetes de 500 euros. A la prole ya le queda algo más lejos ese paraíso. Mientras tanto, te han dejado claro que no quieren que vengas a ensuciarlo. Y para ello no han dudado en utilizar como tapón a una nación a cuyo presidente consideraban el más acérrimo de los enemigos hasta no hace mucho. A cambio de unos cuantos millones claro está. Supongo que, desde su punto de vista, el fin justifica los medios aunque ni muchos menos sean los más éticos.
Pretenden acallar tu hambre sin darte de comer a base de miedo. Te reciben besos de pólvora y lodo más que abrazos o, al menos, una pizca de solidaridad como esperaría cualquiera que atraviesa una situación como la tuya. Pretenden tapar tu miseria con alambres de espinos y ejércitos armados hasta los dientes para defender el territorio de la mala imagen que puede dar tu desdichado sino de cara a la galería. Lo que, quizás, no comprenden es que la desesperación no entiende de fronteras, y la marginación y desigualdades crecientes y palpables en todo el mundo no constituyen una ecuación de una sola ijncógnita como pretenden que creamos. Hay mucho más que se oculta tras ese telón mediático plagado de desinformación voluntaria. Los poderosos construyen un teatro con un telón neoliberal de bienestar que cada día se sostiene menos, mientras tu vida se ahoga, tal vez, en el óceano o entre lodazales. Por fortuna, algunos seguimos viendo el naufragio de Aylan no solo en Fráncfort, sino también en nuestros pensamientos, pese al bombardeo de mentiras que debemos padecer en nuestra rutina.
En esta orilla del mundo, ten por seguro que hay gente que sigue dispuesta a recibirte en las costas del entendimiento humano y el amor, más aún cuando te ves obligado a escapar de una sinrazón de la que esos mismos semidioses, de corbata y gran retórica, son responsables en gran parte por su desidia y su afán de mirar para otro lado durante años. Desconozco si ese señor del que te hablo ha tenido que pasar por lo que tú has tenido que pasar para llegar hasta aquí, aun dejando muchas fuerzas y la vida en la travesía.
Descuida. Yo quiero que vengas, amigo.
Atentamente
Un amigo
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