ME PREGUNTAN SI SOY POETA
Voy algo distraído por la calle,
andando como en otro día cualquiera.
Alguien que me observa extasiado,
embebido en mis cavilaciones,
como clavando la mirada en el cielo,
me pregunta si deliro a solas,
si sueño o si soy poeta.
Yo respondo sencillamente
que soy todas esas cosas.
Aunque no soy definitivamente
ninguna de ellas. Solo lo intento.
Juego a columpiarme en las aguas
del misterio como el infante
en las olas del mar
sin saber que la corriente
puede empujarlo lejos de la orilla.
Tampoco le importa demasiado,
como no le importa a los ruiseñores
saber hasta qué altura aguantan
sus frágiles alas en el firmamento.
Solo piensan en seguir el viento,
como así hace el poeta también
al seguir la estela de la belleza,
el aroma sutil de la metáfora,
el fondo alambicado del misterio.
Y de repente, el poeta entonces,
renace, su mirada despierta
a una eternidad efímera
como un recuerdo que nunca
se descuelga del tiempo,
ni del olvido, y se descubre
a tientas, de repente,
de improviso como la función
de la vida aunque programemos
los hechos como histriones
de una agenda existencial predefinida.
Me encanta sumergirme también
en el océano de la conciencia,
donde la transparencia es insondable
y el infinito posible.
Y a todas estas,
¿en dónde nos habíamos quedado?
Solo deliro, sueño a solas.
No estoy en la calle,
ni nadie me ha preguntado nada.
Quizás sí soy poeta...
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