LA POESÍA PIDE HUECO
Ahora la poesía
pide un pequeño hueco
en estos rincones de papel.
Pide otros sustantivos
distintos a los que emergen
del polvo de las alcobas.
Exige, requiere, necesita,
le urge otra estrofa humana
que la salve de la agonía
rutinaria de una vida
sin más metáfora que el cansancio,
y más verdad que el hastío.
Está clavada en la tierra,
y nadie la rescata.
Entonces, el mar grita
y vuelve a lo inmenso.
Rebrota en su corriente
de amapolas y besos finos.
En su sencillez de ideas frágiles
y estrellas cósmicas de amianto.
En su silueta de mujer desnuda,
su cuerpo de belleza
desmedida.
Y en mi urgencia humana
de que no muera el corazón
en cada latido.
La poesía pide hueco.
Y se ensancha a golpes,
a veces, de dulce soledad.
Y habita durante un instante
con su cabello de plumas,
y su verbo ser imperativo
sin acentos diacríticos,
y su aliento de viento
este vuelo mío hacia otra idea.
Estos puentes de aire
hacia mi ser.
Entonces recuerdo que algún día
alguien me dijo que la Luna
sin la poesía
solo era la Luna.
Y amo el misterio
de esa búsqueda de países
en un territorio inhóspito
de papel en que las palabras
buscan otros nombres
que, tal vez, pertenecieron
a otros hombres y mujeres
que pisaron
las orillas del verso,
y parieron infartos de luz,
melancolía o nostalgia
como yo lo hago ahora:
con la poesía
pidiéndome un hueco
entre papeles,
y en los rincones
más profundos de mi conciencia.