NO VIVAS CON DESGANA
No mueras demasiado rápido.
Si todavía te late el corazón
tienes tiempo para estar vivo.
No te rindas como la lluvia
que cae abandonada
como la última estampa
de algún cajón, y la botella
que se deja a merced de la corriente
como la hoja otoñal
yaciendo seca y sola
sobre el asfalto sin primavera.
No te dejes sin luz.
No te encierres solo
como si el cielo
tuviese barrotes de soledad:
el mundo te espera,
aunque todavía no lo sepas,
y los mapas no te pronuncien
en sus meridianos y longitudes.
Tenlo por seguro.
Hay ojos que esperan mirarte,
y hay otras palabras
que no conoces aguardando
escribirse en tus líneas
de piel, tinta o sueños.
Piensa que la acera que andas
puede poblarse de pasos
firmes o caminatas inútiles
hacia ningún destino.
Y que tú mismo puedes
cruzar el azar sin jugar
a ganar millones dentro de un bombo:
ya tienes la suerte
de vivir.
Por ello, no mueras
demasiado rápido.
No vivas con desgana.
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