MANDO EN TUS OJOS
Yo no gobierno ningún país,
ni presido ningún parlamento,
pero mando en tus ojos.
Y tú reinas en mi pupila
como, a veces, reina el calor
en alguna de estas esquinas
efímeramente como la piel
crujiente de un pan
recién horneado.
Surco tu piel,
porque tengo permiso,
supongo, para cruzar
la frontera de tus senos
con los dedos, no más,
mientras tu blusa descubre
otro mundo más dulce
que las sólidas e impasibles
aceras pobladas de viejos pasos.
Alzo la bandera de la ternura,
mientras levantas los brazos
y jugamos a habitar el Olimpo,
mientras mis manos te coronan
de placer sencillo y simple.
Y mientras gritas en silencio
cuando suena el himno dulce
de tus gemidos cual canción
de viento entre los ruidos
molestos del cansancio urbano.
No necesito, entonces,
gobernar ningún país.
Ya me estás mirando.
Ya estoy mandando
en tus ojos.
Mientras te alzas
como la jefa suprema
de este estado de caricias,
mientras te amo, y me amas,
y reinas en mi pupila.
Mientras mando
en tus ojos.
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