POEMA DE LA HORMIGA
Ya no tengo ojos.
He vuelto a arrastrarme
al polvo, como en la madrugada
de mis horas.
Soy parte ínfima de un jardín.
Otra obrera más entre millones
que han de servir a una reina
no precisamente con antenas.
Me siento nimio, sin extremidades,
a veces, caminando
horizontalmente
porque tengo miedo
de que la gravedad
tuerza aún más mis alas
ya rotas por la desesperanza.
No represento nada
para la biomasa mundial,
y el asfalto que entierra
tantos pasos apresurados
cada tarde.
Sin embargo, sé que algún corazón
guarda mi peso en sus latidos.
Y eso me basta
para volver a ser
infinitamente humano,
a pesar de mi tamaño
de hormiga.
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