MÚSICA PARA EL ALMA

martes, 4 de septiembre de 2018

NÁUFRAGA



NÁUFRAGA

   Llevaba ya algún tiempo náufraga en los pecios de alguna historia que no acababa de materializarse. El verbo se arredraba solo ante una página en blanco que no parecía conmoverse ante las móviles cosas del mundo. Algo similar le ocurría a los sustantivos, que no querían deslizarse demasiado por lo que consideraban unos vericuetos semánticos muy poco transparentes en la senda de una duda carente, en ese instante, de musas. Entretanto, los adjetivos revelaban una timidez mayor que de costumbre. No querían arropar al resto de elementos sintácticos en la oración. Abrigarlos de colores, inundarlos de azul como el cielo o acercarlos al mar con su infinita belleza de diversas formas y morfemas. Y a esta transitoria desidia parecían unirse también los artículos y demás categorías gramaticales que pudieran entenderse como tales. No tenían ganas de contar nada, como la ciudad tampoco parecía querer asomarse a algo distinto que no fueran las mismas miradas desganadas, de humo y hastío, típicas de viandantes de sueños rotos y pasiones frustradas. No había corriente que la condujera hasta la orilla de una idea maravillosa.
       Sin embargo, un verso vino pronto en su rescate. No podía dejarla sin voz, sin sonido, sin cuerpo, aunque ya no pareciesen quedar poetas en una urbe de fantasmas ataviados en Dior o Yves Saint-Laurent. Necesitaba una historia que atravesara las letras allende un cuaderno olvidado. Tenía que despertarse junto con el verbo temeroso, unos sustantivos pusilánimes y nos adjetivos que se negaban a vestir al relato de todos los ropajes del planeta.
       Llevaba ya algún tiempo náufraga en los pecios de alguna historia que no acababa de materializarse, pero ahí estaba el verso para darles a la página en blanco y la duda lo que estaban buscando: la palabra.

Aún no lo sabían, pero todo había empezado, tras el naufragio.


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