TE AMO ODIÁNDOTE
Te amo, tal vez, odiándote
sin que te sangren las manos,
porque ya no puedo tocártelas.
Te amo, y tal vez,
también te odio
sin rasgarte las vestiduras,
porque sigues, y sigues
enredándote en mis sábanas.
Y tu recuerdo, entonces,
se torna en una dulce serpiente
por cuyos colmillos ponzoñosos
es fácil sentirse embaucado,
aunque duela después
la herida de haberla imaginado.
Te amo, quizás, odiándote
sin derramarte una miga
de desprecio.
Tal vez, porque odiar
a veces, es una manera
de no olvidar los besos,
de no dejar de querer.
Te amo, quizás, odiándote...
Y ya me ves, echándote de menos.
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