Somos privilegiados, aunque muchas veces no seamos conscientes de ello. El tintineo metálico que retoza en los bolsillos como un amante desesperado que siempre espera la caricia de una mano no nos deja ver más allá. Andamos las calles de nuestros mundos y nuestras ciudades sin que nos perturbe, en demasiadas ocasiones, la incertidumbre de saber si alguien ajeno a nuestras vidas se inmolará en algún edificio y segará lo más preciado: nuestras vidas. No somos conscientes, muchas veces, de que no todas las personas podemos paladear el tesoro mundano de escuchar el trino de los pájaros en los bosques, la polifonía encandilante de un piano en un auditorio, y el sonido pretérito de los besos en los bancos sin que estorbe esa maravilla el ensordecedor estruendo de las bombas. Nadie tiene por qué molestarnos cuando queremos contemplar un amanecer, y el Sol se parece a un árbol anaranjado de hojas caducas cuyas ramas de luz se van cayendo dulcemente en los brazos del astro lunar. Ninguna MasterCard puede pagar ese bello instante de sosiego, y ninguna deuda en las cuentas corrientes puede calmar esa sensación de libertad que da oír correr el agua en la corriente de los ríos. La vida puede ser maravillosa, y somos privilegiados de existir en ella sin que nos maten otros en el intento.
domingo, 4 de diciembre de 2011
PRIVILEGIOS
Somos privilegiados, aunque muchas veces no seamos conscientes de ello. El tintineo metálico que retoza en los bolsillos como un amante desesperado que siempre espera la caricia de una mano no nos deja ver más allá. Andamos las calles de nuestros mundos y nuestras ciudades sin que nos perturbe, en demasiadas ocasiones, la incertidumbre de saber si alguien ajeno a nuestras vidas se inmolará en algún edificio y segará lo más preciado: nuestras vidas. No somos conscientes, muchas veces, de que no todas las personas podemos paladear el tesoro mundano de escuchar el trino de los pájaros en los bosques, la polifonía encandilante de un piano en un auditorio, y el sonido pretérito de los besos en los bancos sin que estorbe esa maravilla el ensordecedor estruendo de las bombas. Nadie tiene por qué molestarnos cuando queremos contemplar un amanecer, y el Sol se parece a un árbol anaranjado de hojas caducas cuyas ramas de luz se van cayendo dulcemente en los brazos del astro lunar. Ninguna MasterCard puede pagar ese bello instante de sosiego, y ninguna deuda en las cuentas corrientes puede calmar esa sensación de libertad que da oír correr el agua en la corriente de los ríos. La vida puede ser maravillosa, y somos privilegiados de existir en ella sin que nos maten otros en el intento.
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1 comentarios:
Tengo idea de haber estado en este blog muchas veces. No sé de dónde te conozco, pero yo he estado aquí.
Saludos poeta :-)
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