RESTOS DE LA NOCHE
Las cabinas ahora guardan,
después de que la luna
se despojara de su manto
de estrellas en la noche,
un cierto sabor de pintura
labial en las cabinas,
la resaca sin corriente
de unos cuantos
que se tambalean aún
al son de los vasos de más,
y, tal vez, la pena de un amor
perdido en el tierno y efímero
abrazo de Morfeo.
Cuánto pudo querer
alguien abrazar una cintura
cuyo contoneo se pierde
en los umbrales de la insconciencia
ahora.
La noche ha sido dueña
de almas hace poco.
Pero ha envejecido pronto
después de ser joven
un rato.
Ha llegado el día.
Y lo que queda no son más
que restos de otra noche
de sábado y locura en la ciudad.
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