VERSIÓN PROPIA DE PULGARCITO
Pulgarcito era ínfimo.
No era más que otro niño
del mundo, aún más pequeño
si cabe.
Le cojeaba una pierna.
Y sin embargo, siempre
pensaba en correr
hacia las nubes en naves
de papel y asteroides de plastilina.
Dejaba a su paso suelas de zapatos
arrastradas por las escaleras.
Pero no importaba: soñar era gratis.
Y, entonces, no había que pagar
aviones para llegar al cielo.
Había ogros que le susurraban:
"te pudrirás en mis fauces".
Pero, ¿dónde quedaba el miedo?
Lejos, como el horizonte del mar.
Pulgarcito entonces era un niño.
Y creía que despertarse
en los sueños era posible
tras el cansancio bien satisfecho.
Pero los años han pasado.
Tiene veinticinco años.
Sus ojos no son tan pequeños,
y sus pupilas no tan infinitas.
Y yo ya no creo demasiado,
tal vez, en ogros azules.
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