MÚSICA PARA EL ALMA

jueves, 26 de noviembre de 2009

BIBLIOTECAS AMBULANTES




BIBLIOTECAS AMBULANTES

Hay muchas palabras cuyo sonido nunca ha tenido hueco en ninguna de cuantas estanterías pueda haber en una biblioteca. Muchas historias por contarse, detrás de cada esquina que recorremos. Muchas pisadas de cuyos invisibles caminos ningún sendero se acuerda. Huellas que se ha llevado el abrazo de espuma y tiempo de una ola que rompe en la orilla en vaivén desenfrenado. Muchos héroes que la historia no ha llenado de laureles precisamente. Y, entre otras cosas, muchos gigantes de cuyo tamaño no se acuerda nadie, salvo una triste esquela al final del viaje por la vida.

Y aún así, creemos, en muchas ocasiones, que todo lo que se nos puede contar se encuentra dentro de esos intrigantes, en ocasiones, o aburridos y tediosos en momentos cercanos a un examen, edificios que llamamos bibliotecas. Es cierto que las bibliotecas pueden ser edificios en los que se puede emprender un viaje hermoso al saber que tanto ignoramos. Entrar en ellas puede parecerse a surcar, desde la tinta, un planeta de emociones y sensaciones inauditas que sólo conoce quien se ha sumergido de verdad en esas páginas de papel mágicas de un libro. No obstante, nos estaríamos perdiendo una gran parte de lo que podríamos llegar a abarcar en los armarios y estantes de nuestra memoria, si nos ciñésemos a descubrir lo poco que nos puede brindar una biblioteca en ese aspecto. Porque cada persona con la que, tal vez, nos cruzamos por casualidad un día por la calle puede enseñarnos algo que no está escrito en ningún libro. Puede contarnos, también, una historia intrigante que haría las delicias del propio Stephen King o Julio Verne entre otros muchos autores. Puede, en fin, decirnos algo que se nos ha escapado de las redes de nuestro exiguo conocimiento de los millones de globos que existen dentro de este terráqueo.

Y lo más triste es que nos las estamos perdiendo, tal vez, porque nos refugiamos en los libros y en otros lugares para no comunicarnos. Nos perdemos compartir nuestro silencio, y nuestros versos y palabras por huir de un mundo que, tal vez, vaya a pique sin que nadie le ponga remedio. Hablamos muy poco, a pesar de estar tan comunicados. Perdemos maestros que puedan enseñaros y alumnos a los que impartir lecciones que perdurarán más allá de los títulos y las bibliotecas. Hay tantas bibliotecas ambulantes vagando por el mundo que esperan que alguien las lea.

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