PULGARCITOS
No somos demasiado grandes. Más bien, se podría decir que somos minúsculos como una pequeña gota luminiscente de estrella dentro de un gigantesco e inmensurable universo. Somos breves, pequeños, poca cosa. Una pisada más de cuantas conocen las mudas baldosas de las calles. Una línea ínfima más de las historias que contiene la gran historia de los difuntos y los que quedan vivos en este planeta humano. Somos casi nada. Y sin embargo, en ocasiones, algo nos vuelve inmensos. ¿Qué nos vuelve grandes?
Puede que seamos muy poco, que no seamos mucho. Puede que sólo seamos otra vida que pasa entre millones de mundos y personas que nunca llegaremos a conocer. Pero ya decía alguien que “se puede ser nadie para el mundo, y ser el mundo para alguien”. Alguien puede que nos ame o esté por amarnos. Puede que alguien esté por la labor de volvernos grandes, únicos, irrepetibles en algún recuerdo ajeno, en otra huella, en otro momento, en otro lugar que no sabe de mapas mundiales. Puede que, al fin y al cabo, gracias a alguien, no seamos tan pequeños, aunque ya este, en este mundo de prisas, no tengamos tiempo para recibir ese abrazo de “grandeza”, y sólo nos quede para darnos codazos en los pasos de peatones con otros transeúntes de cuyas prisas y penas pocos se acuerdan, salvo unas nóminas a final de mes.
Así pues, sería bueno que se empezase otra vez a creer en el afecto, y en el cariño labrado a base de abrazos y no de regalos envueltos. Quizás, lo agradezca nuestra voz, que no se quedará muda. Y nuestro ínfimo tamaño. Un recuerdo nos podrá volver más grandes. Y no seremos, tal vez, tan Pulgarcitos.
No somos demasiado grandes. Más bien, se podría decir que somos minúsculos como una pequeña gota luminiscente de estrella dentro de un gigantesco e inmensurable universo. Somos breves, pequeños, poca cosa. Una pisada más de cuantas conocen las mudas baldosas de las calles. Una línea ínfima más de las historias que contiene la gran historia de los difuntos y los que quedan vivos en este planeta humano. Somos casi nada. Y sin embargo, en ocasiones, algo nos vuelve inmensos. ¿Qué nos vuelve grandes?
Puede que seamos muy poco, que no seamos mucho. Puede que sólo seamos otra vida que pasa entre millones de mundos y personas que nunca llegaremos a conocer. Pero ya decía alguien que “se puede ser nadie para el mundo, y ser el mundo para alguien”. Alguien puede que nos ame o esté por amarnos. Puede que alguien esté por la labor de volvernos grandes, únicos, irrepetibles en algún recuerdo ajeno, en otra huella, en otro momento, en otro lugar que no sabe de mapas mundiales. Puede que, al fin y al cabo, gracias a alguien, no seamos tan pequeños, aunque ya este, en este mundo de prisas, no tengamos tiempo para recibir ese abrazo de “grandeza”, y sólo nos quede para darnos codazos en los pasos de peatones con otros transeúntes de cuyas prisas y penas pocos se acuerdan, salvo unas nóminas a final de mes.
Así pues, sería bueno que se empezase otra vez a creer en el afecto, y en el cariño labrado a base de abrazos y no de regalos envueltos. Quizás, lo agradezca nuestra voz, que no se quedará muda. Y nuestro ínfimo tamaño. Un recuerdo nos podrá volver más grandes. Y no seremos, tal vez, tan Pulgarcitos.
1 comentarios:
HOLA POETA TU REFLEXION ES BUENA,AVECES NOS CREEMOS QUE NOS PODEMOS COMER EL MUNDO,PERO EL MUNDO ESTA MUY DURO PARA COMERSELO.
DE UN MUNDO REAL HEMOS HECHO DE ÉL UN MUNDO IMAGINARIO, DONDE LO QUE PARA MUCHOS ES REALIDAD OTROS SABEN QUE ESTOS ESTÁN TOTALMENTE CONFUSOS POR UNA MANIPULACION, ILUSION O MENTIRA QUE HAN CREADO.
ME LEVANTE FILOSOFICA POETADELALBA,
PERO ES LA REALIDAD,QUE NADIE TE MANIPULE,SE SIEMPRE COMO ERES.UN BESO DE PEPI.
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