NADIE LO SABE
Nadie lo sabe.
Nadie sabe cómo duele
el tiempo que va asolando
memorias, y va recogiendo
lágrimas de asfalto
sobre la ciudad.
Duele el tiempo sin sangre,
y, a veces, me detengo
y pienso que sería mejor
no ser humano:
las olas nunca se despidirían
de su corriente en la orilla,
y no volarían gaviotas
de adiós sobre el horizonte.
Nadie lo sabe,
porque el tiempo es sigiloso
ladrón de los años,
y arranca suavemente
las arrugas como la brisa
las hojas secas que da el otoño.
Nadie sabe cómo duele
el tiempo sin sangre
para esta herida de polvo
humana, eternamente
humana.
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