CAPERUCITA SIN MIEDO
Derramo una lágrima
sobre las calles
de ninguna parte.
Y sé que nadie
va a recogerlas.
Los barrenderos
nunca limpian la tristeza.
Y nadie huele la sal
amarga sobre el asfalto.
No importa.
Es bueno saber llorar,
cuando se sabe
cómo suena un llanto valiente.
Caperucita no tiene miedo
esta tarde del lobo,
aunque llueva sal
sobre el asfalto,
y una fantasía
de libertad en la memoria.
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