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Observo el vaivén
inquebrantable de las olas
que nunca temen
evaporarse en la arena,
y las estrellas que de noche
las secundan en su infinitud
de luz nocturna:
parece que nunca se olvidan
de asomarse al cielo,
aunque sangre tristeza
el mediodía.
Yo debo caminar como ellas,
y que mis pasos
tengan más pasos,
aunque en la guerra,
a veces, sea difícil
tener una segunda muerte.
Todo lo que me queda
es lo que, quizás, la naturaleza
les dicta a las olas
y a las estrellas, y al polvo
que nunca deja de poblar
un trozo de mis ventanas:
seguid adelante.
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