VIVIR PARA MATARSE
Vivir para matarse.
No sirve de mucho
vivir para matarse.
Vivir para ver segado
el fruto del amor
detrás de una bala
que espera un corazón
que parar, sin tiempo
a una última pulsación,
un último suspiro,
una última primavera
para una rosa caída del otoño?
Vivir para matarse
por guerras revolucionarias.
Y, al final de todo,
cabe preguntarse:
¿De qué sirve las revoluciones,
cuando ya no se va a revolucionar
ningún ventrículo en el pecho?
Vivir para matarse, en fin.
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