AYER ESTUVE CON ALGUIEN
Ayer estuve con alguien
al que conocía.
Llevaba tiempo sin verlo.
Sus palabras habían envejecido
un poco como las velas
de luz que navegaban
sus ojos antaño.
Y sus adjetivos eran diferentes.
Me dijo que las nubes infantiles
en las que antaño caminaba
se habían vuelto algo plomizas.
Y pese a todo,
sigue creyendo en volar
sin que duelan los sueños
más que el cansancio
transitorio de cada noche
fatigada de la ciudad.
Sus pasos tienen ahora
el aroma de los raíles,
cuando ya el traqueteo
de las máquinas se ha disipado
como recuerdos en el aire
de otros viajes.
Y sus labios algo arrugados
la esencia de antiguos besos
a cuerpos de tinta,
y a la carne volátil
de alguna memoria pasada.
Y sin embargo, anda
más firme que antes.
Ya ha crecido
algo más que unos centímetros
con el camino.
Y, en el espejo, aparece
algo más que un rostro.
Una mirada de esperanza
sigue invadiendo su gesto,
aunque no sea tan infantil.
Ayer estuve con alguien
al que conocía.
Yo mismo, mientras cruzaba
mis antiguas conversaciones
con el silencio.
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