EL INVIERNO CONTIGO
Es enero. La niebla cubre
la ciudad como el tul blanco
de una novia. El invierno
quiere darle arrumacos ahora
a la luz de las farolas,
y las miradas del asfalto,
y el calendario irrefrenable
de las estaciones.
Y hace frío. Me tiemblan,
a veces, las manos.
Los labios se me cortan.
Los sitios de recreo
se quedan vacíos.
Los columpios no se mueven
al compás de un ocaso,
que se balancea sobre el horizonte
para caer en el arrumaco
gélido de la noche.
Y la piel se me pone hirsuta.
No perdona la corriente
un solo poro.
Sin embargo, después de todo,
y el frío, y las horas muertas
al lado de la chimenea,
y la humedad cual manto transparente
de agua sobre las ventanas
tengo que decir algo:
estás conmigo.
Y no tengo tanto frío,
porque el invierno
es menos invierno
cuando me abrazas.
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