MÚSICA PARA EL ALMA

lunes, 18 de abril de 2011

SIN RUMBO




SIN RUMBO


No lo entienden. Llevan ya algún tiempo vagando por el desierto sin rumbo. La arena de las dunas, y las piedras hacen mella en sus pequeños ojos. Todo a su alrededor está muerto. Los pocos edificios que quedan en pie en lo que fuera otrora un remanso de paz y sosiego marchitan su acero como antiguas flores del progreso. El hambre las carcome, y el eco del último grito de espanto de sus malogrados padres aún late en sus tímpanos como un pulso lejano que lucha por abrirse camino entre el silencio sepulcral del yermo paisaje. No lo entienden. No entienden por qué todo tuvo que irse, como una ola cuya corriente ya no ha vuelto a bramar en la orilla de una playa. No entienden por qué ya solo juegan en los parques los chirridos de unas bicicletas completamente destrozadas. "Algún niño, quizás, se montó sobre algunos de esos sillines en otros tiempos"- piensan para sus adentros. Ya se les acabó el momento de jugar, porque con la muerte nadie puede echarse unas risas. Esta se ha llevado la alegría de su padre, la sonrisa sempiterna de la madre, y los buenos ratos que pasaban en Ramadán al calor de la familia y los amigos en Herat.

- Hola. ¿Qué hacéis solas vagando por aquí?

No los entienden. Solo hablan árabe, y necesitan que el intérprete les traduzca lo que unos soldados les están diciendo.

-Estamos solas. Somos huérfanas. Y no sabemos cuál va a ser nuestro destino. Si nadie nos acoge en invierno, moriremos congeladas- responden en voz del intérprete.

Cabizbajos se marchan los dos soldados con los que acaban de cruzarse. Tal vez, les toca estar más pendientes de que un mortero no los descuartice en un despiste que de dos niñas a las que el destino les ha jugado sucio. Ellas ya saben que van a tener frío, mucho frío.

Amira y Nabila tienen diez y doce años. No entienden demasiado la guerra.

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