Dicen que la Verdad
la entierran las bombas,
a veces.
¿Y dónde queda, entonces,
la humanidad?
Las granadas no son dulces,
cuando llevan anillas,
y las balas no son caramelos
de pólvora cuando parten
el pecho, y desayunan
despedidas tempranas
sobre los campos del olvido.
Las minas no son relindas,
y mucho menos lo son
los tanques cuando pisan
los recuerdos vagos
de una aldea arrasada.
Llueve por desgracia
algo más que agua
en algunos países.
Cae un diluvio de odio
sobre muros de insconciencia.
Y yo, desde una oficina,
siento cómo siguen muriendo
en cada letra muchos más
de cuya sangre solo se acuerda
la tierra.
Y unos jóvenes intrépidos
dicen, que desentierran la verdad.
Lo más triste
es que aún retumbe la guerra.
Y haya que cubrirla
para que se oiga la Verdad.
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