No sirve de nada
estar muerto entre vivos.
El corazón no se escapa,
entonces, del asfalto,
y es difícil que se transparente
la lluvia entre tanto diluvio
de alquitrán, y pálpitos metálicos.
Se muere más de una vez,
en la soledad de la urbe.
Y sirve de poco vivir
para estar muerto.
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