LA MAGIA DEL SOMBRERO
Nunca había reparado demasiado en él. Llevaba ya algunos meses pendiendo de aquella percha a merced de las garras del polvo, y el olvido. Sin embargo, aquella tarde hubo algo extraño en su forma que le detuvo la mirada en aquella prenda. Se imaginó por un momento que, por aquel hueco redondo de cuero, podían caber millones de ideas que aún no había escrito. Podía cubrir la frente, esa parte de su cuerpo en donde ansiaba que se desencadenara un terremoto de ternura al compás de la caricia carnal de unos labios, ya que hacía algún tiempo que sus arrugas no eran epicentro de ningún ataque de cariño. Podía tornarse en algo mágico como una chistera de la cual emergiesen conejos de sombras, y pasiones antiguas cuya flama aún arde en el corazón de quien no olvida los abrazos.
- Cariño. Me ha gustado ese sombrero para ti. Creo que te lo voy a regalar. Estoy segura de que te quedará genial- le susurra Ángeles al oído.
- Tienes un gusto excelente. Seguro que no te equivocas.
Salen de la tienda. Y continúan su paseo por una avenida marítima bastante larga hasta que el cansancio los obliga a parar. Se sientan en un banco de madera, y cuando Ángeles recupera un poco el aliento le dice a su novio, Jorge: "Quiero que te le pongas hasta que dejemos de amarnos".
La tarde es hermosa. Recuerda el brillo de sus ojos en ese sol resplandeciente cuyos rayos golpean dulcemente el alféizar de la ventana. Hace tiempo que a Ángeles le dejó de latir el corazón por una triste enfermedad que segó su vida demasiado pronto. Sin embargo, aún permanece guardada en aquel armario, y Jorge, en un mohín de tierna valentía, entre afectados sollozos, coge el sombrero que lleva un rato contemplando, y se lo pone sobre su cabeza: "Quiero que te lo pongas hasta que dejemos de amarnos".
- Cariño. Me ha gustado ese sombrero para ti. Creo que te lo voy a regalar. Estoy segura de que te quedará genial- le susurra Ángeles al oído.
- Tienes un gusto excelente. Seguro que no te equivocas.
Salen de la tienda. Y continúan su paseo por una avenida marítima bastante larga hasta que el cansancio los obliga a parar. Se sientan en un banco de madera, y cuando Ángeles recupera un poco el aliento le dice a su novio, Jorge: "Quiero que te le pongas hasta que dejemos de amarnos".
La tarde es hermosa. Recuerda el brillo de sus ojos en ese sol resplandeciente cuyos rayos golpean dulcemente el alféizar de la ventana. Hace tiempo que a Ángeles le dejó de latir el corazón por una triste enfermedad que segó su vida demasiado pronto. Sin embargo, aún permanece guardada en aquel armario, y Jorge, en un mohín de tierna valentía, entre afectados sollozos, coge el sombrero que lleva un rato contemplando, y se lo pone sobre su cabeza: "Quiero que te lo pongas hasta que dejemos de amarnos".
3 comentarios:
wow es muy lindo eso! me quede helado!
Gracias Elias. Es mágico que alguien pueda "cruzar el charco" y leer desde tu país uno de mis pequeños relatos. Lo más hermoso es que, además, te conmueva. Gracias por tus palabras. Un abrazo desde Murcia. Poeta del Alba
PRECIOOOOOOOOSO EFREN. ADEMAS EL TOQUE DE LA MUSICA EMOCIONA...QUE GRANDEERES,,,,
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