Es inevitable envejecer,
y sentir cómo los años raspan
la superficie rugosa de la edad,
silenciosamente, como un copo
de nieve deslizándose frágil
y sutil por el cabello.
Porque el tiempo
es como un mar cuyas olas
bailan infinitamente
sobre la isla de sueños
en que se convierte la soledad
que ansía compañía: corre,
grita, y no para nunca.
A veces, es como un tren
en cuyas infinitas estaciones
van bajándose y subiendo
historias de despedidas
y nostalgias pasto de la vida.
Va arrancando calendarios
tiernamente como la brisa otoñal
las hojas de la primavera.
Es entonces, cuando se sabe
que todo tiene un fin,
que los doce meses
de arduo trabajo para el corazón
ya no saben tanto a piñata,
y el cuarto de siglo
es algo más amargo
que un cuarto de tarta por degustar.
Crecer es un poco más duro
que cuando soñábamos
con ser adultos.
Sin embargo,
a pesar de que la sangre
desgaste en su imparable caudal,
afortunado es el que puede contar
doce relatos más de ausencias,
alegrías, emociones,
o tristeza.
Y sigue manteniendo el tesoro
de seguir viviendo
para sentir, amar, y recordar
a otros caminos
por los que seguir andando
en la memoria.
Tú seguirás paseándote
por los míos,
mientras mis años
no te olviden.
3 comentarios:
Como se llama tu?. Realmente son versos sin dueño?
Quien es el autor de este poema?
Todo lo que puedes ver aquí es de mi autoría Anónimo. Un saludo y espero que te haya gustado
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