Me despierto siempre,
y siempre quiero estar muerto
Ramón Sampedro
VIVIR SIN ESTAR MUERTO
Es cierto que, a veces, estoy triste.
Y no quiero que lleguen más tardes
ensangrentadas a la mirada.
Porque no siempre amanece azul
el cielo, aunque no haya nubes
que lo cubran, ni tormenta
que arrastre el mediodía
a otra órbita más allá
de lo que puedo ver.
Sin embargo, me siento afortunado,
porque, tal vez, aún me quedan
algunas lágrimas para llorar
antes de que la tierra
me pida cuentas, y me torne
en parte de la lluvia,
y el barro, y las estaciones,
y los años, y la nada,
y sólo pueda contemplar
desde el polvo el paso incensante
de las despedidas
y los nacimientos.
Tengo suerte de estar vivo, tal vez.
Y poder escribir todos mis nombres,
los abrazos, y los saludos.
Los besos, y el segundo
en que la ternura se vuelve
poema después del arrumaco,
y los naufragios en las ausencias.
Soy afortunado. Aún vivo.
Y quisiera seguir viviendo,
tal vez, sin estar muerto.
Hasta entonces, seguiré escribiendo
toda mi vida.
Es cierto que, a veces, estoy triste.
Y no quiero que lleguen más tardes
ensangrentadas a la mirada.
Porque no siempre amanece azul
el cielo, aunque no haya nubes
que lo cubran, ni tormenta
que arrastre el mediodía
a otra órbita más allá
de lo que puedo ver.
Sin embargo, me siento afortunado,
porque, tal vez, aún me quedan
algunas lágrimas para llorar
antes de que la tierra
me pida cuentas, y me torne
en parte de la lluvia,
y el barro, y las estaciones,
y los años, y la nada,
y sólo pueda contemplar
desde el polvo el paso incensante
de las despedidas
y los nacimientos.
Tengo suerte de estar vivo, tal vez.
Y poder escribir todos mis nombres,
los abrazos, y los saludos.
Los besos, y el segundo
en que la ternura se vuelve
poema después del arrumaco,
y los naufragios en las ausencias.
Soy afortunado. Aún vivo.
Y quisiera seguir viviendo,
tal vez, sin estar muerto.
Hasta entonces, seguiré escribiendo
toda mi vida.
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