MÚSICA PARA EL ALMA

viernes, 18 de febrero de 2011

¿ÉTICA SIN CASTIGO?




¿ÉTICA SIN CASTIGO?

Hay quienes afirman que no hay ética sin castigo o sin ley que limite ciertas actuaciones en el ser humano que podrían catalogarse de "malas" o "nocivas socialmente" desde el punto de vista ético. Otros que, quizás, entienden algo diferente a lo que cabría esperar. Pero cabría preguntarse algo:¿Acaso ingresar a alguien en prisión, sancionarlo, o advertirle podría ejercer cambios favorables en su forma de actuar o en su conducta?¿Se podría hablar de una única versión ética?
Tal vez, en primer lugar, habría que analizar qué significa para cada persona la ética, qué entiende por ese concepto, y qué implica su "acción" en su actitud. Puede que haya personas cuya ética, tal vez, los lleve a realizar actos que podrían considerarse altamente perniciosos para una sociedad que los adjetivaría de "nocivos". Por ejemplo, puede que el significado interior de la ética para un sicario o un mercenario se ciña únicamente a la obtención de un sueldo por colaborar con determinado ejército o por matar a alguien por encargo. Puede que para esa persona llevar a cabo tales acciones suponga algo beneficioso, aunque esté incurriendo en un delito social y éticamente punible por el que la sociedad tendería a querer relegarlo y marginarlo. Y puede que haya ciertas personas que también consideren el acto de matar legítimo y ético, cuando hay algún fin que lo justifica, como es el caso de aquellos que asesinan, extorsionan y torturan en pos de lograr la independencia de un territorio, el derrocamiento de un régimen, etc... ¿Sería todo ello algo punible éticamente? ¿En dónde radicaría el bien o el mal de tales acciones, si dentro del propio ser que las ejecuta están "bien"?
Por otro lado, cabría preguntarse también en qué contexto social se ha educado una determinada persona, porque a nadie se le escapa que las condiciones del entorno en el que cualquiera de nosotros puede criarse influyen en el moldeo de la personalidad futura. Por esta razón, muchos entenderán la ética, en ciertos entornos, como aquello que les permite sobrevivir en una jungla urbana, aquello por lo que han de emplear la ley de la calle, es decir, el "me matas o te mato". ¿Sería todo ello algo digno de encuadrarse dentro de una buena praxis de la ética?¿Podría el contexto justificar ciertos comportamientos que, en un principio, no serían éticos? No cabe duda de que cualquier sacaría las garras para defenderse de cualquier que quisiera segar lo más preciado que tenemos: nuestra vida.
Asimismo, hay asuntos que han suscitado controversia como la aprobación o no de la eutanasia. Hay quienes afirman que, según la moral cristina, no se puede dar muerte a nadie de forma prematura, aunque el sujeto en cuestión solo viva porque unas máquinas lo atan a una agonía insufrible. Y hay quienes aseguran que lo mejor y lo más ético es librar de una pesada carga vital a quien padece alguna enfermedad incurable o una dolencia que lo tendrá postrado en una cama durante el resto de su existencia. Los primeros les dirían a estos que están perpetrando un crimen imperdonable, y éstos a su vez les replicarían diciendo que no hay nada peor que prolongar una agonía. ¿Cuál de los dos estaría practicando una mejor ética? ¿Acaso se podría establecer unas reglas éticas colectivas bajo las cuales todo individuo debería regirse? Tal vez, somos demasiados mundos dentro de un mismo mundo para pensar que todos podemos orbitar en torno a un mismo sistema.
Así pues, solo falta decir que, quizás, así como existen millones de planetas individuales dentro de nuestro mismo planeta, existen también muchísimas formas de entender la ética. Y puede que queramos que todos se ciñan a cumplir un mismo código ético, pero será difícil que sirva de algo castigar a alguien para que cumpla con dicho código, cuando, quizás, ya tiene otro tan arraigado en su interior. Y tampoco serviría de mucho convencer de "éticas contrarias" a quienes llevan tan aferrado en su interior un concepto de ética que muchos de nosotros podríamos considerar erróneo, porque, tal vez, somos demasiados para hablar de uno solo.

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