AYER LA SOLEDAD
Ayer la soledad
no estuvo cerca,
ni a un golpe de puerta,
ni a dos giros de llave,
ni a una ausencia de ti.
Porque la ocupaste tú.
Porque la ocupamos nosotros
como se ocupa una habitación
de balcones azules infinitos,
y ventanas transparentes
sin fronteras en los alféizares.
Y se ocupa el silencio
sin palabras.
Porque me esperaste.
Porque nos esperamos.
Y estuviste donde estuvieron
mis besos,
mientras sellabas
tus labios con los míos.
Y cerrábamos el aire
en un suspiro como si el viento
tuviese cremalleras de corriente
a las que atar la carrera
de las nubes por el cielo.
En un gemido, en un estremecimiento
nos dimos el mundo.
Y exploramos las avenidas
celestes de la lujuria
de los dedos entrelazados,
los cuerpos lluviosos de sal
sobre los poros
las sonrisas cómplices,
y los relojes sin arena
en los mediodías.
Porque me miraste,
porque nos miramos.
Nos dimos el sol,
cuando atracó la tarde
sobre el horizonte.
Y las lámparas de las calles
no agotaron tanto sus huellas
de luz sobre el asfalto.
Me quisiste.
Nos quisimos.
Y ayer la soledad
no estuvo tan cerca,
ni a un golpe de puerta,
ni a dos giros de llaves,
ni a una ausencia de ti.
Porque estuviste
donde estuvieron mis besos.
Ayer la soledad
no estuvo cerca,
ni a un golpe de puerta,
ni a dos giros de llave,
ni a una ausencia de ti.
Porque la ocupaste tú.
Porque la ocupamos nosotros
como se ocupa una habitación
de balcones azules infinitos,
y ventanas transparentes
sin fronteras en los alféizares.
Y se ocupa el silencio
sin palabras.
Porque me esperaste.
Porque nos esperamos.
Y estuviste donde estuvieron
mis besos,
mientras sellabas
tus labios con los míos.
Y cerrábamos el aire
en un suspiro como si el viento
tuviese cremalleras de corriente
a las que atar la carrera
de las nubes por el cielo.
En un gemido, en un estremecimiento
nos dimos el mundo.
Y exploramos las avenidas
celestes de la lujuria
de los dedos entrelazados,
los cuerpos lluviosos de sal
sobre los poros
las sonrisas cómplices,
y los relojes sin arena
en los mediodías.
Porque me miraste,
porque nos miramos.
Nos dimos el sol,
cuando atracó la tarde
sobre el horizonte.
Y las lámparas de las calles
no agotaron tanto sus huellas
de luz sobre el asfalto.
Me quisiste.
Nos quisimos.
Y ayer la soledad
no estuvo tan cerca,
ni a un golpe de puerta,
ni a dos giros de llaves,
ni a una ausencia de ti.
Porque estuviste
donde estuvieron mis besos.
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