NUESTRO NOMBRE
Nuestro nombre
nadie lo sabe.
No lo encierran
los plásticos,
ni los chips,
ni los registros,
ni las pantallas,
ni los escaparates
que anuncian besos
de Baileys en la mejilla.
Tampoco lo conocen
las figuras de las fotos
de las publicidades,
ni los pasos cansados
que van dejando las calles
sobre su pesado asfalto
de rutina y melancolía.
Porque nuestro nombre
lo saben nuestros ojos,
cuando la pasión los enciende
como luceros,
y huecos de mediodía
a altas horas de la noche.
Y lo sabe
nuestro silencio.
Lo que callamos
en cada abrazo,
y lo que decimos
sin hablar en cada beso.
Nuestro nombre
es sólo nuestro.
Y lo sabemos,
amándonos.
Tan sólo amándonos,
nuestro nombre.
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