MÚSICA PARA EL ALMA

domingo, 13 de marzo de 2011

A MI MADRE VERSIÓN EN PROSA




A MI MADRE

Aún es temprano. La extenuación de la noche ya se ha disipado. Y ella se levanta de un camastro, impregnado del café de los años, entre la algarabía de las calles ruidosas del pueblo de Agaete; ese olor a pescado y mar de las Nieves que, tal vez, lucha por abrirse camino contra la pólvora invisible de los rifles de los grises; las campanas de la iglesia; y el murmullo de las madres que acompañan a sus hijos de uniforme hasta el colegio.
Mientras tanto, su abuela le prepara, con tierno esmero y cariño, algunas pellas de gofio para que el hambre no haga estragos en su estómago. Así todas las mañanas. Ella ya lo siente, y degusta ese manjar sin que aún su paladar haya podido rozar esa masa uniforme de millo tostado endulzado con una pizca de azúcar. Baja las angostas escaleras que separan su habitación de la mesa en la que la espera la sonrisa sempiterna de la "yaya". Recoge su bolsita de la comida, le da un beso de despedida a la abuela en la mejilla y se marcha con un escueto y afectuoso "hasta luego yaya".
-¿Volverás pronto del colegio?- le pregunta la abuela
- No lo sé. Tal vez, tarde un poco porque he quedado con unos amigos en el parque.

Aún no ha vuelto. Se ha ido muy lejos, tanto que ya las nieves del tiempo pueblan su rubio cabello. Encierra el mar en sus dos ojos ausentes y azules, mientras el Alzheimer le va regalando columpios de nostalgia y viejos recuerdos en la memoria, al mismo tiempo que le roba rostros y escenas de ahora. Parece ver algo en la televisión, recostada en un mullido sillón de casa. Me acerco, y le pregunto:
- Mamá, ¿Qué estás viendo?
- No lo sé. ¿Te acuerdas de abuela "Ciona"?

Tal vez, aún no haya vuelto.




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