MÚSICA PARA EL ALMA

viernes, 25 de abril de 2014

DECIMOQUINTO DISCURSO HUMANO (LIMPIEZA CASI GENERAL)



DECIMOQUINTO DISCURSO HUMANO
(LIMPIEZA CASI GENERAL)

Ya declina una tarde de sábado. Parece que he concluido la ardua tarea de limpiar y poner en orden la casa. Las puertas brillan como estrellas efímeras en el angosto universo de las cuatro paredes de mi estudio. El polvo no transita la estancia como lo hizo hasta el viernes por los alféizares de las ventanas y cualquier rincón. La escoba ha hecho bien su trabajo. En los armarios ya cuelgan las prendas bien planchadas como las nubes que parecen pender de alguna cuerda invisible desde el firmamento. El suelo desprende un cierto fulgor de pulcritud que regala a mis ojos la bella estampa (imaginaria tal vez) de un campo en el que no dejan de nacer flores impregnadas incluso de invierno. Todo parece en orden y concierto.


Todo parece. Eso he dicho. Todo parece. No sé por qué, en este preciso instante, siento que me he dejado algo en el tintero. No se me ha olvidado darle brillo a las ventanas. Por ellas ahora se asoma un sol radiante que dispara su mediodía en mi balcón. He pasado la aspiradora. He hecho bien la colada y las prendas ya se están secando en el tendedero. Sin embargo, parece que hay algo que, por lo pronto, no alcanzan a limpiar todos mis utensilios de limpieza y mis electrodomésticos.


La soledad se ha empeñado en sentarse hoy en el sofá sin que la espere ni la invite. Ha venido acompañada de la mano de la tristeza y aguardan ahora a que les dé un poco de conversación, las conmine a pasear por los lúcidos, aunque a veces, sombríos pasillos de mi consciencia. Cabe decir que, a veces, la ignorancia supongo que puede considerar como ese licor brevemente aletargador que nos aleja de la pena de ser muchas veces demasiado conscientes. Insisten mucho. Me reclaman que tenga también el cuarto de mis ausencias y despedidas con las ganas tan sucias y la esperanza tan descuidada. No me sirven tampoco muchos detergentes para sacar esas manchas de mi desnudez con nombre de alma. A veces, pienso que necesito llorar mucho para aliviar y descargar el peso ingrávido de estos yunques oxidados de nostalgia y melancolía que empañan mi alma ahora, como la niebla que envuelve ahora los prados durante esta mañana algo gris. Sería incluso mejor si pudiera embadurnar todas estas con un poco de ese perfume de maravilla que acarrean tus besos. Pero eso, a lo mejor, tendrá que esperar a otro día.


La escoba ha hecho bien su trabajo. Solo en apariencia. Aún quedan otras tareas de limpieza por hacer, que no resolverán ni electrodomésticos ni productos especiales. Lloraré un poco. Dejaré que me acompañé un rato la soledad aunque no la haya conminado a pasear conmigo esta tarde. Y aclararé un poquito más mi consciencia. Quiero que llegue abril bastante mejor a mis caminos. 

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