Pasa, a veces,
que no pasa nada.
Unas huellas que borra
la ventisca en un golpe
certero de invierno.
Una voz que acallan
los vómitos de humo
y estrépito de la urbe.
En fin, no pasa nada.
Tan solo otro hombre
mendigando un poco más
de tiempo para su adiós
en algún recuerdo
que no sea de asfalto.
En fin, a veces,
no pasa nada.
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