Llorabas. Tus ojos decían
desde sus lágrimas
que tenías que irte.
Sin embargo, aún no has dicho
adiós del todo.
Crezco cada mañana un poco
hacia el cielo, y el mar
para alcanzar ese tacto
de aire que dejaste
tras tu estela de besos
agridulces y caricias
mojadas de asfalto.
Tenías que irte
para que siguieras viva
en la memoria.
Para que resistieras al tiempo,
en mi recuerdo.
Y no se acabara contigo
la belleza misteriosa
de cada instante en un verso.
Tenías que irte.
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