No sé qué decir.
Y pienso que, tal vez,
lo mejor sea callarse.
Dejar que tu voz inunde
de dulces maremotos
el grito de luz del sol
sobre las tristes lámparas
que alberga esta oficina.
Y seguir tu rutina de diamantes
brillantes en los ojos,
y belleza con esquina
y final en tu rostro.
No sé qué decir, ya ves.
Lo mejor será seguirte
en diciendo, mientras
te concibe otro recuerdo
que te quiero.
Simplemente...
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